Dentro de las carnes rojas, la carne de buey siempre se ha considerado una de las más deliciosas y valoradas. Destinada a los paladares más selectos, esta exquisitez se presenta con un color rojo intenso, además de un excelente aroma y un espectacular sabor, más pronunciado que en el resto de carnes vacunas.
La denominación de una pieza cárnica se basa en la edad y el sexo del animal del que proviene. Para considerar a una pieza carne de buey, esta debe proceder de un macho castrado de más de 48 meses. En cuanto a la maduración, en el caso del buey y la vaca, ésta puede alargarse hasta casi los 40 días. Durante el proceso de maduración se produce una evaporación de la humedad de la carne, gracias a la cual el músculo se va convirtiendo en una carne más tierna y mejora su textura.
Además de su magnífico sabor y textura, el valor de la carne de buey también reside en sus propiedades. Muy rica en proteínas de alta calidad, hierro y vitaminas del tipo B, la carne de buey se considera una de las que contiene más micronutrientes, como el zinc y la coenzima Q-10, fundamentales para alimentar las células del organismo y especialmente las del corazón.
Ideal para cocinar a la piedra
La grasa de la carne de buey suele tener un color blanco nácar o ámbar, más bien tirando a dorado. Para conservar todo el jugo y sabor de una pieza de tal calidad, te recomendamos cocinarla a la piedra.
Simplemente deja reposar el producto fuera de la nevera durante al menos dos horas para que se atempere, colócalo sobre la piedra previamente calentada a la máxima potencia (250º – 350º), y cocina la carne aderezada únicamente con sal gorda o con tus especias favoritas. Todo un manjar.