Seguir una dieta vegetariana se ha convertido en una corriente muy popular en las sociedades occidentales. En nuestro país no existen datos oficiales del número total de vegetarianos, solo el estudio ENIDE (Encuesta Nacional de Ingesta Dietética Española) realizado por la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) en 2001, determinó que solo el 1,5% de los encuestados no comía carne ni pescado[1].
De forma fácilmente accesible y rápida se puede consultar información en internet sobre la práctica del vegetarianismo. Sin embargo, ésta no siempre es fiable ya que muchas webs divulgativas contienen información de dudosa veracidad al no aportar referencias bibliográficas. Esto, unido a que actualmente no existen por parte de organismos oficiales datos actuales sobre la práctica vegetariana o vegana en la población española ni guías exclusivas de este tipo de alimentación a nivel nacional, hace que aún estemos lejos de conocer la completa magnitud de las consecuencias de las dietas restrictivas en alimentos de origen animal en el estado de salud de quienes las siguen.
Dieta vegetariana y su implicación en la salud
Las personas vegetarianas o veganas no consumen de forma parcial o total alimentos de origen animal como son la carne, pescado, mariscos, huevos o lácteos ni productos derivados de éstos[2].
Elegir uno de estos tipos de dieta conlleva ‘per se’ la eliminación de alguno o varios tipos de alimentos, lo que puede suponer la restricción de algún nutriente esencial para el organismo.
De hecho, la práctica vegetariana puede poner en riesgo los niveles adecuados de ingesta de macronutrientes como las proteínas, ácidos grasos omega-3, micronutrientes tales como el hierro, zinc, yodo y vitaminas como la vitamina D y la vitamina B12[3].
Repercusión de los nutrientes en la salud mental y el desarrollo cognitivo
Los estudios a nivel nutricional que hablan sobre las ventajas y las limitaciones de seguir una dieta vegetariana o vegana son numerosos y extendidos dentro de la comunidad científica. Sin embargo, los efectos de las restricciones de ciertos alimentos y su relación con las enfermedades mentales son todavía escasos y con resultados a menudo contradictorios[4].
La mítica frase de “somos lo que comemos” cobra sentido tanto si hablamos de nuestro bienestar físico como del mental. La falta de algunos nutrientes (ácidos grasos esenciales, el hierro, el folato, la vitamina B12, el selenio o el calcio) se ha relacionado con la depresión, la demencia y la falta de concentración[5]. Muchos de ellos como el hierro, el selenio y la vitamina B12, son nutrientes que encontramos en la carne y su exclusión de la dieta podría llevar a la falta de éstos.
Concretamente, la vitamina B12 (o cobalamina) ha sido objeto de numerosas investigaciones por los síntomas neuropsiquiátricos asociados a su déficit. Este micronutriente es una vitamina hidrosoluble producida por bacterias anaerobias que se obtiene a través de la dieta al consumir alimentos de origen animal (carnes, pescados, huevos, leches y derivados)[6].
La vitamina B12, entre otras funciones, forma parte de las rutas metabólicas para sintetizar ciertos neurotransmisores que son los responsables de modular el estado anímico. La hipovitaminosis de B12 y su relación con el deterioro cognitivo ha sido fuente de numerosos estudios y parece existir asociación entre niveles bajo de vitamina B12 y la demencia y el riesgo de depresión tardía en ancianos6. Por lo tanto, la exclusión de la dieta de productos de origen animal como la carne, puede suponer niveles bajos de esta vitamina con los riesgos que ello conlleva.
Otro de los nutrientes relacionados con el desarrollo cognitivo es la colina. Es un nutriente esencial que forma parte de las vitaminas hidrosolubles del grupo B y su ingesta es importante en todas las etapas de la vida, especialmente en la etapa perinatal, ya que es necesaria para el desarrollo cognitivo y la prevención de defecto del tubo neural. También en adultos mayores y ancianos donde su ingesta se ha asociado a un mejor rendimiento en las funciones cognitivas y menor incidencia de demencia. Pese a su importancia, la mayoría de la población no cumple con las ingestas adecuadas de este nutriente. La colina la podemos encontrar en las carnes, huevos y lácteos, por lo que disminuir o excluir estos grupos de la dieta afecta directamente a la ingesta de este nutriente[7].
Exclusión de la carne en la dieta y salud mental
Como ya hemos comentado, la forma de alimentarnos parece ser uno de los determinantes que afecta a la aparición de diversas enfermedades. Un ejemplo claro se pone de manifiesto en una investigación realizada en 2015 en 40 países. Este estudio de cohortes concluyó que los individuos que llevaban dietas con alto consumo de vegetales y frutos secos, pescado, moderado consumo de alcohol y bajas en carnes rojas conllevaba una disminución de deterioro cognitivo[8].
Otras investigaciones han ido encaminadas a intentar relacionar la dieta vegetariana con la depresión y la ansiedad. Un ejemplo de ello lo aportaron Hibbeln y col., que en 2018 llevaron a cabo un estudio en adultos de sexo masculino para determinar si existía relación entre la dieta vegetariana y los síntomas depresivos. Las conclusiones revelaron que aquellos que llevaban una dieta vegetariana padecían mayores síntomas depresivos y que esto podría deberse a las deficiencias nutricionales del hierro y la vitamina B12[9].
En relación a esto último se publicó a finales de abril de 2020 una revisión sistemática de 18 estudios que analizó la relación entre comer y no comer carne y la salud mental. La mayoría de los estudios, y especialmente los de mayor calidad científica demostraron que la abstención de carne estaba asociada con un peor estado de salud mental y tenían tasas significativamente más altas o riesgo de depresión, ansiedad y/o conductas de autolesión[10].
Importancia de una dieta variada y equilibrada
No hay que olvidar que a la hora de evaluar el contenido de los estudios se debe ser cauteloso ya que aparte del estado nutricional, se debe tener en cuenta que los determinantes psicológicos y los aspectos sociodemográficos podrían no ser iguales entre vegetarianos y omnívoros y que éstos podrían influir en el riesgo de la aparición de enfermedades mentales[11].
Aunque hacen falta más estudios que refuercen estas asociaciones entre la dieta vegetariana y la salud mental, se recomienda seguir una dieta variada y equilibrada que incluya todos los grupos de alimentos, incluida la carne ya que nos aportará todos los nutrientes que necesitamos y así evitaremos déficits con los riesgos que eso supone. En el caso de optar por una dieta restrictiva, se aconseja que se consulte con un profesional de la salud para establecer una dieta adecuada y valorar la necesidad de suplementación de nutrientes, y así prevenir las posibles deficiencias nutricionales.
[1]Santana Vega C., Carbajo Ferreira A,J. (2016). Dieta vegetariana. Beneficios y riesgos nutricionales. Act Pediatr Aten Prim;9(4):161-7
[2]Asociación Madrileña de Pediatria de Atención Primaria (AMPap). Dietas especiales. Guías de actuación conjunta Pediatría Primaria-Especializada. 2017. Disponible en: http://www.ampap.es/wp-content/uploads/2017/04/2017_GastroSur_DietasEspeciales.pdf
[3] Rojas Allende D, Figueras Díaz F, Durán Agüero S. (2017). Ventajas y desventajas nutricionales de ser vegano o vegetariano.Rev. chil. nutr. vol.44 no.3 Disponible en: http://dx.doi.org/10.4067/s0717-75182017000300218
[4] Michalak et al. (2012). International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity. 9:67 http://www.ijbnpa.org/content/9/1/67
[5] Celorio Fries G.A., Mota López M. A. (2016). Salud mental y nutrición: una revisión sistemática. Disponible en: https://www.codem.es/
[6] Vargas-Upegui CD, Noreña-Rengifo BD. Déficit de vitamina B12 en la práctica psiquiátrica. Iatreia. 2017 Oct-Dic;30(4):391-403. DOI 10.17533/udea.iatreia.v30n4a04
[7] López-Sobaler AM, Lorenzo-Mora AM, Salas-González MD, Peral-Suárez Á, Aparicio A, Ortega RM.
Importancia de la colina en la función cognitiva. Nutr Hosp. 2020;37(N.º Extra 2):18-23. DOI: http://dx.doi.org/10.20960/nh.03351
[8] Smyth A; Dehghan M; O’Donnell M; Anderson C; Teo K; Gao P et al. Healthy eating and reduced risk of cognitive decline. A cohort from 40 countries. American Academy of Neurology. 2015; 84: 2258-2265
[9] Hibbeln, J. R., Northstone, K., Evans, J., & Golding, J. (2018). Vegetarian diets and depressive symptoms among men. Journal of affective disorders, 225, 13–17. Disponible en: https://doi.org/10.1016/j.jad.2017.07.051
[10] Dobersek U., Wy G., Adkins J., Altmeyer S., Krout K., Lavie C.J., Archer E. (2020). Meat and mental health: a systematic review of meat abstention and depression, anxiety, and related phenomena. Critical Reviews in Food Science and Nutrition, DOI: 10.1080/10408398.2020.1741505
[11] Michalak, J., Zhang, X.C. & Jacobi, F. (2012). Vegetarian diet and mental disorders: results from a representative community survey. Int J Behav Nutr Phys Act 9, 67. https://doi.org/10.1186/1479-5868-9-67