El embarazo y el periodo de lactancia son etapas de la vida en las que ciertas necesidades nutricionales se encuentran incrementadas, con el fin de compensar el elevado gasto energético materno y el suministro de nutrientes al bebé. En este sentido, la carne constituye una importante fuente de nutrientes, que contribuye a satisfacer estos requerimientos.
En primer lugar, la carne es una de las principales fuentes de proteínas de gran calidad de la alimentación, ya que contiene todos los aminoácidos esenciales. Por ello, es de especial utilidad durante el embarazo y el periodo de lactancia, ya que los requerimientos proteicos aumentan en torno a 15 y 25 g diarios respectivamente.
Por otro lado, la anemia ferropénica es uno de los trastornos más frecuentes en estas etapas, condicionada por un aumento de las necesidades de hierro de 10 mg (en mujer en edad fértil) a 18 mg diarios. La carne contiene un alto porcentaje de hierro hemo, es decir, de mejor absorción y buena disponibilidad para ser utilizado por el organismo, a diferencia del hierro de tipo “no hemo” presente en los alimentos de origen vegetal.
El déficit de otros micronutrientes como en zinc parece estar detrás de complicaciones que influyen el crecimiento, la inmunidad o el desarrollo óseo del feto. Así, la carne constituye una fuente de zinc muy adecuada para favorecer el alcance del aporte recomendado de 20 y 25 mg/día en el embarazo y lactancia, respectivamente.
Por otro lado, la carne es fuente importante de otros micronutrientes, en concreto, de minerales como el fósforo y el potasio, y vitaminas del grupo B (B1, B3, B6 y B12). Cabe destacar que en el embarazo y la lactancia se deben tener en cuenta una serie de detalles básicos al consumir y cocinar la carne, que preserven la salud tanto de la madre como del niño. Para ello, se recomienda no consumir carne cruda o poco cocinada, sino que se debe cocinar correctamente, a una temperatura superior a 65 ºC en todo el alimento, incluido el centro. De esta forma, se asegura la destrucción de los posibles microorganismos patógenos con un mayor riesgo para estas etapas.
Además, se aconseja seguir las recomendaciones del médico en cuanto al consumo de derivados cárnicos crudos, curados o ahumados, y, en caso de que se consuman, se recomienda la congelación previa a temperaturas menores a -20 ºC durante al menos 48 horas. Asimismo, se deben extremar las condiciones de higiene a la hora de la manipulación de los alimentos en el cocinado, y prestar especial atención al lavado de manos.
En definitiva, la carne es una excelente fuente de nutrientes imprescindibles en el embarazo y la lactancia. Por ello, se recomienda su consumo de 2 a 4 veces por semana, optando preferiblemente por los cortes con un menor contenido en grasa, y alternando con el resto de alimentos que son fuente de proteínas como los pescados, los huevos o los lácteos. Además, se deben incluir el resto del grupo de alimentos, especialmente frutas y verduras, para complementar una alimentación variada y equilibrada, que contribuya al mantenimiento de la salud de la madre y el niño.